Aunque algo cursis, el escenario y el sinfín de trajes coloridos convirtieron en el escenario en un café cantante de principios del siglo XX, y más precisamente en el malagueño Café de Chinitas, rememorando los artistas flamencos y los públicos amantes y proponentes del flamenco de la época. Aunque tan lujosa puesta en escena se ve muy raramente en el flamenco, tampoco fue totalmente necesaria, ya que el cuerpo de baile era de primerísima clase, sobre todo los hombres.
El cante jondo fue el protagonista de la noche, pasando por cantes tan desgarrantes como la petenera, la seguiriya y la soleá. Dada la importancia de la música, me quedaría corta si no mencionará a los fenomenales cantaores, Fabiola, Vicente Gelo y David Carpio, que tienen, por lo menos en esta obra, un papel tan importante como los bailarines. Para mí, el clímax de la noche llegó con la increíble saeta cantada magnífica y casi perfectamente por Vicente Gelo. Me dejó sin aliento.
-Justine Bayod Espoz