La punta de ese iceberg es este traje confeccionado con corchos de botellas de Cartojal . Sólo coser los tapones requirió seis días de trabajo de dos personas. El resultado es un homenaje a Málaga y a uno de sus vinos clásicos que no se verá fuera de las pasarelas pero que sí permitirá salir de ella otros trajes muy innovadores, esos sí «de andar por feria».
Desde hace años, Lozano acostumbra a incluir diseños experimentales en sus desfiles. Este mismo año la colección incluía modelos con pelucas punkies y trajes rompedores, dentro de un estilo más convencional. Plástico de burbujas, arena, palomitas de maíz, algodones de maquillaje y redes son otros materiales utilizados por la fuengiroleña. Son extravagancias intencionadas que no eclipsan el resto de su producción.
«Son trajes ponibles pero que igualmente requieren mucho esfuerzo. Viajamos mucho para buscar telas y utilizamos desde el raso, el tul y la seda hasta el paño de lana, el encaje o el piqué», explica. También tiñen o destiñen los tejidos, según los casos «para darles exclusividad, que es una de las cosas que más buscamos» y, por supuesto, los patrones se dibujan buscando 'lo nunca visto' dentro de las amplias fronteras de la tradición.
El nombre «dos amores» esconde un homenaje a dos tradiciones fuengiroleñas como la devoción por la Virgen del Rocío y Nuestra Señora del Rosario, patrona de la ciudad. Los vestidos de esta segunda parte son los que se han podido ver en los recintos feriales de las fiestas andaluzas. Alguno menos, tal vez que otros años. La crisis afecta al volumen de negocio del sector. Y también a los diseños. «En tiempos de crisis se hacen vestidos menos recargados, para no aumentar el presupuesto de un artículo que no es de primera necesidad sino de lujo», recuerda Lozano que está deseando compartir la velada del día 6 con la cantaora Celia Flores en La Biznaga.